jueves, 31 de mayo de 2012

LA CAÍDA




Y ya va siendo hora 
que deje de brotar la sangre 
y nuestros cuerpos obtengan 
el deseado descanso.
Antonio Pérez Abril  

Caigo de casa a donde el hombre 
se desviste.
Alzo una piedra hacia unos labios 
que comprenden. 


Severa se me antoja enorme 
desde arriba. 


Porque aquí todo es pequeño. 


El modo en que palomas se regresan 
a la fiebre.
Esa lluvia de anteojos 
que persigue latitudes. 


Y el saber estar en cualquier parte,
cuando todo aquí es más pequeño. 


Me acuerdo del reinado de azoteas. 
Conozco la calima de la siesta. 


El modo en que los niños se devuelven 
realidades. 


Porque hay rellanos que no saben de luz.  


Si alguien dijera: 
se antojan sucias las gotas que descuelgan 
los balcones que se atreven.


Esos días en que las madres se deciden 
y devoran a sus hijos. 


Ay, si de veras se dijera qué se sabe. 


Porque sé, 
que la mentira de la siesta 
despereza sábanas de sol. 


Y que las horas se agazapan todo recto, muy al fondo, 
como fingiendo a la rayuela. 


Y palpo los traseros de esas madres 
que renacen en los cubos de basura, 
me embozo en agua sucia. 


Si hubiera tiempo 
en el momento en que la noche se descuelga
se verían en estampida.


Si alguien dijera: 
queda tiempo. 
Porque hace tiempo que recuerdo 
el blanco muro. 


Porque hay, en fin, 
un algo extraño en esas gentes que bostezan,
en esa boca que suplica que desciendas


[Si alguien dijera que corrijas la caída,
el ruido insomne de la voz} 







Será que las palomas se consuelan 
Con la imagen donde el hombre 
Se hace barro
si es que el mundo se derrumba. 


2 comentarios:

  1. Querido Manuel, eres un genio de la palabra. Cómo haces lo que quieres con ellas.

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  2. Muchas gracias, Laura, pero no exageremos.

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